J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

martes, 10 de mayo de 2016


A. ha fallecido este fin de semana. Era una paciente del hospital, la conozco a ella y a sus padres desde que tenia 2 meses y ha fallecido ahora con 18. Esta mañana tenía la idea de ir al tanatorio a presentar mis respetos, algunas veces lo hago, cuando la relación ha sido estrecha y no he estado en el último momento en el hospital. Pero esta tarde he leído algo y he decidido no ir: "Cuando Sharp empezó a entrevistar a estos niños (huérfanos ugandeses de SIDA), descubrió que hasta los que eran huérfanos desde hacía mucho tiempo podían recordar cada momento de su experiencia de la muerte de sus padres. "Les preguntaba con que frecuencia asistían a funerales, y me contestaban que iban continuamente, para llorar. Los baganda creen que cuando una persona ha sido enterrada ya no puedes llorar porque molestarás a su alma, pero en un funeral está permitido, porque puedes llorar por otra persona".

Esta tarde me he quedado con C. y nos hemos reído como hacía mucho, mientras nos manchábamos la cara con crema de calabaza, pero hace un rato que C. ya está dormida y yo he encendido la luz de la otra habitación y aquí estoy pensando en que hoy no he ido a llorar y que ahora quizá está llegando la hora en que tendré que molestar a los míos.
Al final me iré a la cama y la devoción quedará dentro, un día más; tengo una procesión recorriendo mis intestinos, mis conductos deferentes están encharcados de lágrimas de la virgen, tengo guardadas cabezas de santos en conserva, una en cada cojón.

domingo, 31 de enero de 2016

Es precisamente de un ángulo muerto, de una dimensión descuidada o de un gesto involuntario, de donde surge la morada del ensueño, la dimensión desconocida, la fiesta misteriosa.

Domingo 1.11.1981
Cuaderno de notas. Pierre Bergounioux.

lunes, 11 de enero de 2016



La máquina del sol se está viniendo abajo
y nosotros nos vamos a una fiesta.
Memory of a Free Festival.
David Bowie.

El mundo conquistado por las ardillas
esto es roer y subir al árbol
cuando yo nací para morder
y poner la jeta
a dos palmos de la hostia.
Nosotros hemos soñado
con despertar con el pelo verde
hemos metido monedas en el culo de las monjas
creyendo que eran ahorros
para el más allá
hemos depositado nuestra confianza
en la canción del río
besado peces muertos
con los labios quebrados pero almizclados.
Me veo creciendo como un árbol torcido
sin poder rectificar
sabes que has cogido
el ángulo que no era
y que eso significará crecer cayendo.
Los ángeles se están riendo
porque la máquina del sol
se viene abajo
y ya han acaparado
todas las risas del mundo.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Disparó el sol sus rayos
pues corría sola.
Cayó, inerte y alargada,
quemada
en salpicaduras.
La arena inició un acoso
con extrañas criaturas que reptaban.
Quedó a merced de los recuerdos
que la salvasen de su cuerpo seco.

Grano a grano
como un polen se posó
con el restregar del viento.
Primero cubrió sus partes más bellas.
Después dejó algunos pedazos de carne invisible
y unos brazos
que me rodearon en los días
en que amamos
las figuras enturbiadas de calima.

No hablo del paso del tiempo,
hablo para ella.
Hablo de la arena que precipitó
como niebla
para resguardarla.

No importa ahora que nos sequemos despacio.
Mi mente está concentrada
en elevarla del subsuelo:
necesito otro cuerpo
en la ventisca,
pensando en que vuelva en sí,
sola entre las escamas.

lunes, 28 de julio de 2014


Puedo quedarme en vela unas doscientas noches seguidas, con todas sus horas valiosas, una detrás de otra; puedo contar las luciérnagas y apagar la luz de sus morros una a una, manchando las paredes encaladas con zumo de carne y luz. Mis células vuelan desesperadas, como moscas enormes, con la salida imposible un poco más allá de las narices. Se meten en los enchufes con el crepúsculo, crecen nuevas venas desde la esquina de mi salón y floto sobre el tendido eléctrico con el pelo de los huevos erizado. Soy la anguila de la ciudad, que compite por la hegemonía de la luz. Mi cuerpo se ha transformado en una máquina de libertad. En una máquina de expender sándwiches, inexperta. El vuelo de mis brazos y mis piernas para siempre, en el tren que huye de la casa de mis padres, sin tocar el suelo, desde el último vagón al primero, impulsado por los molinos de viento blancos que afean las colinas. En todos los lugares, finalmente, hay electricidad contra la que aplicar un buen chorro, una riada; después ya el chispazo orgánico y será noche cerrada.

sábado, 26 de julio de 2014


Son las siete de la tarde y estoy en la bañera con una copa después del trabajo; me he tomado otras dos antes. El agua está muy caliente aunque es verano. Juego a lanzar hielos al agua hirviendo, como quien alimentara a un pez transparente, y trato de recuperarlos antes de que sea demasiado tarde. Como estoy ya algo borracho no acierto y el hielo se disuelve todas las veces antes de pescarlo, se me está calentando la copa a base de alimentar la panza del desagüe. Junto al vapor sobrevuela el saxofón de Wayne Shorter y la ventana abierta se lo lleva todo como otro desagüe fractal en la misma habitación. Recuerdo el día en que el cansancio vino a visitarme. El cansancio irrumpe en la fiesta de cumpleaños de uno y ya no le abandona, le toma de la mano, le chupa la linfa y le promete hijos aburridos a los que aburrir con historias de la era del entusiasmo. La era del entusiasmo: eso parece ya algo pasado de moda. Las hermanas de la caridad, ¿han estado esperando? Durante un tiempo pensé que me esperarían para siempre, pues era su deber, que mi largo viaje terminaría entre sus brazos repletos de arrugas y tatuajes deformes. Las hermanas de la caridad se han cansado de esperar, no les devolví un millón de llamadas y pasaron demasiadas noches atadas de pies y manos, sedadas por toda clase de violadores. Algún espíritu de mis entrañas ha caducado, tenía fecha pero pensaba que era inventada. Somos pequeños y débiles, nos ahogamos con la primera pátina de mierda. A la mañana siguiente empezamos de nuevo y sufrimos la resaca de las copas calientes que nos hemos metido: mi corazón de hielo ¿nació para alimentar al peor de los engendros?

miércoles, 7 de agosto de 2013



"- What have you done all this time?
-  Going to bed early".
 Once upon a time in America.

07 de agosto, 2013 (lo repito porque merece la pena resaltarlo).
Me jodieron mi "proyecto literario personal" y apareció la traducción al español de Doctor Sax, con lo que tuve que volver a las muchedumbres y al inglés pluscuamperfecto de los tratados médicos. J.A. se quedó en Zaragoza con lo que perdí la esperanza de ver a diario a mis amigos. Resucité unos cuantos niños por el camino, algunos vivieron solamente unos pocos segundos más. Limpié las lágrimas de C. con una camiseta diferente cada día, las mías las dejé caer directamente por el váter, y hemos estado demorando la vieja promesa de morir defendiendo algo. No he escrito poesía ni escuchado discos memorables, solamente he seguido leyendo en los autobuses como el viejo que desayuna obleas sin consagrar. He dado algunos consejos que terminaron no sirviendo para nada. Algunos viajes fugaces y en realidad sin compañía: una visita al Lago de Como, un gelato al limon, un hostal barato en Londres muy cerca de las vías y mucha gente triste por todas partes, subiendo maletas, esperando una hamburguesa, sacando fotografías de niños con banderas. Ni una sola noche bien dormida, jornadas de 32 horas de trabajo. Unas vacaciones en la terraza y una tarde que pasé en la piscina municipal hace unos días. Sputnik, la perra, ya está con nosotros. Su nombre en ruso significa "compañera de viaje".

domingo, 16 de septiembre de 2012






J.A. ha escrito sobre el hallazgo incrédulo de una profesión. Lo ha escrito ahora después de unos cuantos años de hacer sofritos con espuma de sangre barata. Se ha lanzado a hacer de sumiller de los copones de Cristo. J.A. es un beato copto, un probador de venenos de primera, un criador de ranas flecha, y quizá también, y esto es un sentido homenaje… “un borracho y un cerdo”. Luego viene paseando con su galgo mientras le enseña el abecedario y me pregunta a mí, que no le quito el ojo de encima al cepo del aburrimiento mismo, también borracho y cerdo: “Sobre la profesión no hay casi nada que decir –digo yo-, es en realidad como hablar del ensimismamiento. Quizá lo peor que se puede decir es que la profesión consume la espontaneidad, lo cual es ya mucho peor que cualquier adicción o entretenimiento que conozca”.

Durante la última semana leo el libro que G. me dejó, la biografía oral de Jack Kerouac de Barry Gifford. Kerouac pasaba de un empleo a otro y a otro y al siguiente, saltaba de profesión en profesión, pero luego en la noche de los tiempos vivía para la máquina de escribir, para el jazz y para la bencedrina. Luego vivió para el alcohol y luego de Big Sur dejó de vivir, pero mientras tanto cambiaba de profesión constantemente: “Haced que brote de vosotros el canto de vosotros mismos… A vuestra manera, que es la única manera posible, buena o mala pero siempre honesta, espontánea ya que no profesional. La profesión es profesión”.

La mayoría de las profesiones no son acertadas, no son adecuadas, no tienen nada de subterráneo, son a plena luz y se desarrollan en la más gratuita soledad y envueltas en un manto de pesadumbre. La creación (o el placer, que es la creación de los que son profesionales de lo suyo, quizá el rostro limpio de la verdadera creación) justifican el hastío de la profesión. El placer o la creación sobreviven ocultos… ahí está la mejor versión de Kerouac que no se deja ver, que tiene cientos de profesiones intrascendentes y luego vive su vida real con la polla colgando a la sombra del escritorio. Nuestras pollas todavía temblequean en las terrazas de tejas rojas y paredes blancas como un girasol, esperando una razón definitiva para ocultarse y vengarse de la sucia tradición de la vida sacrificada como motivo de profesión.

domingo, 8 de julio de 2012

Vanessa Tiegs

La ciudad tiene islas de asfalto que nadie pisa, islas metálicas con rejas y cercados donde se agrupan las palomas y la lluvia ácida de sus cagadas. Casi la mitad de la ciudad no sirve para nada. Las palomas tienen su terreno en los despojos del asfalto. Bailan los mediodías con tangos de cuello irisado, de cuello abstracto, de plumajes florecidos, de campos de violetas arrasados por el moho. Cuando la noche se echa encima se marchan a cagar a otra parte, a comer grano, a picotear los sueños de los leprosos.

Hay toda una ciudad escondida en el cerebro de la paloma, que lo imagino arrugado por el sol del verano, con una especie de caldo de pasas en la barrica del cráneo. Nadie sabe nada sobre la noche de las palomas, en qué tugurios se entretienen para brillar como jineteras por la mañana. Los mendigos saben mucho de palomas al igual que saben mucho de todo, y al igual que todo, no les sirve de nada. Hubo una leyenda sobre un marqués que lo perdió todo y al que las palomas alimentaban por la noche en gratitud por las ofrendas de pan de los años de júbilo. El marqués la palmó de psitacosis con una sonrisa en el pico y un moho como un musgo en la axila.

Marqueses y marquesas todavía quedan en las aceras, pero los mendigos los destierran porque debajo de su nueva toga de mendigo todavía hay un corazón egoísta y una riña por herencias. Cada mendigo tiene su talento, pero es que hay talentos que no son para estar orgulloso. Cuando era niño ví una vez un charco de sangre fresca en las escaleras de la iglesia, a la salida, y todos me convencieron de que había sido una pelea entre mendigos. La policía tenía la iglesia acordonada y supongo que también todos éramos sospechosos, pero al final quitaron las cintas para que salieran las viejecitas y todo el mundo se cago en Dios y a todos dejaron salir blasfemando y sin pecado concebidos. Después el mendigo asesino dijo que todo era por el bien de los niños, para que viéramos sangre de navaja alguna vez en la vida, y que total el compañero estaba en las últimas con un tumor en un hueso de la pierna y en el cerebro. Todo salió en los periódicos y yo fuí un niño de ésos, de los homenajeados.

lunes, 18 de junio de 2012

Mark Rothko

Los hijos de nieve del invierno han venido a despertarnos con bolazos de barro en el rostro. Llevaban varias mañanas de domingo despiertos, solos, dando vueltas por la casa vacía en busca de algo que se moviera. El suelo del salón está cubierto de puré de guisantes y jirones de papel de pared. Mis hijos de nieve pintan anocheceres en el barro. Mis hijos de nieve pierden los brazos cuando se ponen a pintar y luego lo destrozan todo con los dientes y guardan una sola mano para los bolazos. Las tardes de domingo cojo mi arma y me marcho dejando a mis hijos mancos con una sola mano para merendar. A la vuelta no preguntan porque sospechan que su padre ha matado con sus propias manos, las mismas que ellos ya han perdido por el mero hecho de existir. El fusil solo existe para equivocar a los hijos, para hacerles creer que se puede matar con un solo dedo. Ocultaré a mis hijos de nieve todo lo necesario, hasta que crezcan y olviden que existen los paisajes de negro sobre negro.

lunes, 23 de enero de 2012


La mujer parecía caminar entre nubes y el brillo de su vestido de color perla interrumpió la conversación de los cuatro ángeles que en la barra voltearon sus ojos como cirios para brindar con Campari. La atmósfera quedó vacía de palabras de Dios por un momento y los hombres de la Tierra vivieron unos segundos sin objetivos y sin verdadera determinación, como piedras grises entre raíles bajo el techo oscuro de una estación. El barman, que era Dios, limpió los cuatro cercos húmedos de la barra, de mármol verde, y uno de los ángeles se sacó la polla y tocó el piano. Y no lo hizo bien, desafinó. Su pulso fue destemplado y hambriento, apresurado. Así la ira de Dios se hizo de fuego y el piano desapareció entre las brasas, y un sonido de cerdos acuchillados cubrió la Tierra durante unos minutos hasta que no quedaron allí ni música ni teclas de piano ni nada. Y la mujer siguió caminando sin detenerse pues el ángel no se había merecido siquiera su atención.

Otro ángel metió su mano en la solapa y sacó cientos de carnés de identidad electrónicos y salvoconductos sellados y bulas medievales y construyó un castillo de naipes con toda esa mierda robada y toda esa vida robada, y vertió Campari por encima para ver si toda esa muerte de los tiempos sucumbía a su capricho. Pero la pirámide se quebró por la fuerza del ventilador del techo y el Campari mojó los pies de Dios, por lo que el ángel fue condenado a la sed de los tiempos y las lágrimas se le secaron con un solo paso de la mujer que no atendió su desgracia y caminó sin detenerse de nuevo.

El tercer ángel vertió un manto de cocaína sobre la mesa y la cortó con maestría, hizo filas cortas y gordas como cabezas de bala para perforar el cerebro de los hombres, pero Dios decretó que esa cocaína había sido tan bien cortada, con tanta audacia que la repartió entre sus ángeles. Tras unos segundos, tan poderoso fue el influjo de la cocaína, que los ángeles se abalanzaron sobre la mujer y arrancáronle las ropas para gozar de ella, pero la ira de Dios fue tal que las dos manos del ángel fueron cercenadas con instrumentos herrumbrosos y devoradas por buitres ciegos.

Llegó el cuarto ángel y viendo el desnudo de la mujer y el cerco de sus pasos cada vez más lejanos sobre la Tierra la cubrió con un mantel cenizo y manchado de aceite, sobre el que habían comido algunos hombres sin honor, y eso gustó a Dios, y alabó la suciedad del ángel y su pureza de espíritu y la mujer atendió a sus ojos y se detuvo, pues aquel corazón de ángel latía sereno y sin ambición, y el tiempo no conocía su llama y por tanto era aquel cuyo cirio no entendía de nada que no fuera la eternidad.

Así Dios reservó a la mujer el corazón del ángel verdadero, y los hombres devoraron por siempre vísceras y otros alimentos impuros, y la condena fue servida en su mesa. Sobre el mismo mantel del amor verdadero los hombres penaron en vano, allí ensuciaron sus manos y allí los frutos de la existencia le fueron negados.

domingo, 25 de diciembre de 2011


A mí no me atormenta la muerte, me atormenta la vejez. No hay niños en nuestras cenas de navidad. Cada año ponemos un cubierto menos y parece una última cena para alguien. Todavía preparamos los dulces en bandejas repletas como si fuéramos muchos, y se queda casi tal cuál al final de la cena para alimento de fantasmas de navidades pasadas. En la niñez los camellos venían a merendar, recuerdo haberlos visto beber de nuestras palanganas amarillas, las mismas que ahora están bajo la mesa por si durante la cena hiciera falta usarlas como orinal. Voy a dejar de celebrar la navidad porque las mismas anécdotas entrañables de siempre ahora me enfurecen, ahora me parecen chistes de gala de televisión. Sale Ana Belén a cantar y todavía mueve el trasero deliciosamente y me pregunto si también en su cena habrá orinales y perdición. Me pregunto qué habrá que hacer para envejecer bien. Supongo que saltarse muchas cenas de navidad, supongo que no hacer purés con los años de los demás, ni siquiera con los años de Ana Belén. Decía Jules Renard que el hombre libre sabe rechazar una invitación a cenar sin poner escusas. También sabrá rechazar la navidad y sus tormentos, su sonrisa de payaso amargo, de clown hambriento, la asquerosa familiaridad recobrada de los directores de ventas, el orgullo de las esposas antes traicionadas y la soledad de las amantes que piden horario de noche y tangas de satén blanco por navidad.

martes, 13 de diciembre de 2011

XVII. TOM WAITS

Supongo que Tom Waits en Flower's grave podría ser el limpiabotas confidente de Dios.

(Ayer soñé que un payaso vestido de marrón decía esta sentencia antes de morir)



Someday the silver moon and I will go to dreamland
I will close my eyes and wake up there in dreamland
And tell me who will put flowers on a flower's grave?
Who will say a prayer?

Will I meet a China rose there in dreamland?
Or does love lie bleeding in dreamland?
Are these days forever and always?

And if we are to die tonight
Is there a moonlight up ahead?
And if we are to die tonight
Another rose will bloom

For a faded rose
Will I be the one that you save?
I love when it showers
But no one puts flowers
On a flower's grave

As one rose blooms and another will die
It's always been that way
I remember the showers
But no one puts flowers
On a flower's grave

And if we are to die tonight
Is there a moonlight up ahead?
I remember the showers
But no one puts flowers
On a flower's grave

lunes, 5 de diciembre de 2011


La conversación de unos días atrás terminó dando un giro inesperado en torno al "gato de Schrödinger", paradoja cuántica sobre la que no tenía noticia.

Después, ya en casa, profundicé en la paradoja y encontré este texto que la aclaraba:

Cuando se habla de el "gato de Schrödinger" se está haciendo referencia a una paradoja que surge de un célebre experimento imaginario propuesto por Erwin Schrödinger en el año 1937 para ilustrar las diferencias entre interacción y medida en el campo de la mecánica cuántica.

El experimento mental consiste en imaginar a un gato metido dentro de una caja que también contiene un curioso y peligroso dispositivo. Este dispositivo está formado por una ampolla de vidrio que contiene un veneno muy volátil y por un martillo sujeto sobre la ampolla de forma que si cae sobre ella la rompe y se escapa el veneno con lo que el gato moriría. El martillo está conectado a un mecanismo detector de partículas alfa; si llega una partícula alfa el martillo cae rompiendo la ampolla con lo que el gato muere, por el contrario, si no llega no ocurre nada y el gato continua vivo.

Cuando todo el dispositivo está preparado, se realiza el experimento. Al lado del detector se sitúa un átomo radiactivo con unas determinadas características: tiene un 50% de probabilidades de emitir una partícula alfa en una hora. Evidentemente, al cabo de una hora habrá ocurrido uno de los dos sucesos posibles: el átomo ha emitido una partícula alfa o no la ha emitido (la probabilidad de que ocurra una cosa o la otra es la misma). Como resultado de la interacción, en el interior de la caja, el gato está vivo o está muerto. Pero no podemos saberlo si no la abrimos para comprobarlo.

Si lo que ocurre en el interior de la caja lo intentamos describir aplicando las leyes de la mecánica cuántica, llegamos a una conclusión muy extraña. El gato vendrá descrito por una función de onda extremadamente compleja resultado de la superposición de dos estados combinados al cincuenta por ciento: "gato vivo" y "gato muerto". Es decir, aplicando el formalismo cuántico, el gato estaría a la vez vivo y muerto; se trataría de dos estados indistinguibles.

La única forma de averiguar qué ha ocurrido con el gato es realizar una medida: abrir la caja y mirar dentro. En unos casos nos encontraremos al gato vivo y en otros muerto. Pero, ¿qué ha ocurrido? Al realizar la medida, el observador interactúa con el sistema y lo altera, rompe la superposición de estados y el sistema se decanta por uno de sus dos estados posibles.

El sentido común nos indica que el gato no puede estar vivo y muerto a la vez. Pero la mecánica cuántica dice que mientras nadie mire en el interior de la caja el gato se encuentra en una superposición de los dos estados: vivo y muerto.

Esta superposición de estados es una consecuencia de la naturaleza ondulatoria de la materia y su aplicación a la descripción mecanocuántica de los sistemas físicos, lo que permite explicar el comportamiento de las partículas elementales y de los átomos. La aplicación a sistemas macroscópicos como el gato (...) nos llevaría a la paradoja que nos propone Schrödinger.

Conforme leo la paradoja cuántica del gato no dejo de preguntarme si no será que ando yo encerrado en una caja, si no estaré siendo la víctima de terribles fuerzas mecanocuánticas impredecibles, si no estaré vivo-muerto, cambiando de parecer en cada parpadeo. En mi investigación banal me topo con una respuesta en la "decoherencia cuántica", término con el que se designa al fenómeno mediante el cual las partículas cuánticas forman cuerpos más grandes que, sin embargo, se comportan de manera clásica.

Cuando llega la noche, grande, clásico y en mi aburrimiento, me dedico a mirar los comienzos de los libros de la estantería, exclusivamente los comienzos, como abriendo los lomos para ver si la letra está viva o muerta, para recibir mi ración de veneno en todo caso.

De entre todos los comienzos, majestuosos algunos, ninguno me ha animado más a dormir que el de James Ellroy:

Siempre se pinchaba a la luz del televisor.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Alberto García-Alix

Qué fea estás, maldita, qué fea estás! Como alhajas cuatro uñas postizas de marfil gastado y zapatos plateados de tacón, qué fea te vas quedando con los años, qué mueca atroz cuando duermes con la boca abierta, qué lengua de felpa gris, cómo respiras de noche, como una clavija rota, qué aliento de fábrica aceitosa de pastillas de menta, qué cercos de baba seca vas dejando por toda la almohada! Te van a hacer una novela cutre para ponerte en evidencia, reinona de la barriada, alcachofas de La Rioja en la puerta de tu casa! Volver a pisar tu calle de sótanos y porcelanas baratas, volver al olor de las colillas y del cazón podrido. Maldita seas, maldita! Había que huir de ti para adelgazarte, para hacerte esbelta. Ahora he vuelto y veo altares de sacrificio en cada esquina y mercados de hortalizas para nuestra ofrenda perezosa, de última hora, como la que condenó a Caín. Noches enteras haciéndome pajas con el recuerdo de tus arrugas, esas que en realidad eran heridas y estaban frescas...

No te vayas tan pronto, hija de puta, que aún tengo motivos con qué avergonzarte, que ya la parada del bus se ve más ruina sin ti, sin tus andares de puta omnívora. Como me dejes te llamaré a deshora y despertaré a tus hijos gritando que su madre es una golfa, no se te ocurra dejarme, maldita, no me dejes en este lecho de pobreza y de frío, entretengámonos una noche más quitando los hilos de la manta y temiendo los hongos fosforescentes de la pared. Si no roncas parece que a mi sueño le faltara un motor, que no andara, que se fuera a quedar aquí para siempre encogido escuchando el ruido vegetal de la cisterna.

sábado, 22 de octubre de 2011

Chema Madoz

Ohio, 10/22/11

A veces el mundo te hace llorar, C, y yo que en nuestro cuarto no soy sino cómplice del mundo lo odio a él y a mí mismo, hasta que el aliento me huele a carne cruda de masticar arrebatos. El mundo trae sus ausencias a pasear bajo la lluvia de la tarde, el mundo sabe cómo hacer envejecer a los amantes, sabe exactamente qué mostrarles, y a los que no amaron nunca los perdona con una benevolencia sin reproches insultante.

La tarde es barata para quien no la contempla y a quien extraña otras tardes de la infancia se le arranca un tributo de piel y un pétalo aún húmedo de cercanía. A cada tarde crecen menos y peores capas, a cada tarde la sierpe se marchita un rato antes, a cada tarde se adhiere más firmemente la mortaja.

La lluvia de la tarde es amazónica, imperturbable. Hemos salido a la tapia a insultar a las goteras del mundo y el tiempo oxidó todas las cacerolas que ahora resuenan como tambores de cuero mojados e inservibles. La novela de la infancia la dictó un viejo innoble, caduco, como las hojas de los otoños que se pudren en el suelo, a cada año, quizá, más facilmente.

¿Cómo poder dormir, mientras que tú tiritas
en el rincón más triste de mi cuarto?
Gil de Biedma

martes, 11 de octubre de 2011


Ohio, 10/11/11

Varios viajes nos han mantenido a flote en las últimas semanas.
El coche alquilado ya no es solo un coche, es un gran órgano de pez, una vejiga natatoria repleta de aire, una bolsa que permite flotar sin agotarse.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El ciervo rojo. Franz Marc

Ohio, 09/19/11

He ido a pasear por el bosque, por Big Walnut Park. He tenido que caminar hasta allí por la cuneta de Livingston Avenue durante unos minutos. En la cuneta millones de grillos al sol saltan a mi paso tropezando con el quitamiedos hasta retirarse definitivamente en el juncal después del segundo o el tercer intento. Antes de llegar a la entrada del parque, desde el puente de la avenida, se divisa el río con sus troncos caídos y sus meandros y su noble perfil de cementerio de osos. El río cruza el bosque. Me he adentrado en la espesura confiando en la guía del río. El río me devolverá a casa.

Camino en silencio y solo por el bosque, como un místico o un asesino. Después de unos minutos de silencio absoluto percibo un alboroto a veinte metros de distancia hacia adelante. Veo primero unas patas entre la maleza, quizá un perro pastor muy por delante de su dueño. Las patas se juntan en un vientre marrón y amarillento que no es de perro y no escucho pasos de hombre sino trasiego de bestia y saltos endiablados. Me detengo y veo tres ciervos jóvenes que tienen los ojos clavados en mí, en mis movimientos, en alguna señal que les aclare mi naturaleza agresiva o paciente.

Durante unos minutos tan solo nos miramos y luego al tratar de acercarme desaparecen para siempre como el sueño de un apache delirando.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Joker de Gay Street. Columbus (OH)

Ohio, 09/18/11

Los mercadillos me devuelven el abrigo, me devuelven la simpatía sospechosa de los desconocidos, me devuelven la afición por los vasos de plástico y el gusto por el country que parecía escondido en la garganta de algún campesino hospitalizado. Mercadillo de máscaras y pintura, mercadillo de axila peluda de mujer. El día a día te tiende como una braga a la intemperie, ya son muchas horas esperando el autobús. Los parabrisas de las caravanas se visten en la madrugada con un glaseado de hielo, con el velo de novia tibio de los inviernos. La pasada noche encendí la calefacción y me abracé al aparato como quien buscara un marsupio.

Mi casa se yergue contra el viento helado en el valle de las ardillas, hay cientos de ellas. Pregunto a mi amigo N, el africano:
- ¿En Ghana hay ardillas?
- Sí hay, pero el que puede se las come.

Las ardillas son lo mejor de este valle de obesos agonizantes, espero que nunca desaparezcan. El otro día perdí el autobús y esperé durante una hora al siguiente. Junto a otro blasfemamos un rato: For fuck's sake, man y todo eso. Juntos nos quedamos mirando una ardilla que trepó por un poste de electricidad hasta coronarlo. A diez metros del suelo la ardilla atravesó la carretera dando saltos por el cable mientras los coches pasaban por debajo hasta alcanzar los árboles del otro lado.

A veces un roedor te alegra el día.

miércoles, 7 de septiembre de 2011


Ohio, 09/07/11

Paso el domingo entre rascacielos y caminando por el centro de las avenidas, cuando cada automóvil es una molesta excepción. Hay triángulos de océano caliente coronando la ciudad, el cielo aquí parece no haber cometido pecados todavía. Hay una soledad como una fuente hirviendo en mis ojos, hay una tarde entera para esperar a mañana. Mi tarde caleidoscópica y fractal es un insulto a la vida en sociedad, paseo pisando las lineas continuas amarillas como quien lame una fila de azufre y tarareo Sam Hall entre dientes, me cago en vuestros ojos. Las truchas y los salmones empiezan a parlotear por todas partes. He convertido la ciudad en un río, con cuatro versos mal pronunciados, estoy cantando delante del City Hall, puedo jurarlo, y ahora regreso a mi cabaña en el bosque.

La tarde me ha dado fuerzas para asar un filete de panga en el microondas y devorarlo entre canciones de amor.

domingo, 4 de septiembre de 2011


Ohio, 09/04/11
Los putos negros son lo mejor, lo único digno.

La mierda les llega al cuello, pero lo llevan con dos huevos. He venido en un avión de blancos, con cara de muñeco de nieve estéril de Vermont, y espero el autobus de los negros mascando una goma sintética de arándanos. Tengo las uñas más limpias de la ciudad, pero la corbata me está obstruyendo los anillos de la tráquea, cojones! Hablan de rehabilitar las barriadas, los negros van a tragar cárcel hasta la náusea y les cobrarán el alquiler de la celda, a sus hermanas se las van a rifar en los burdeles con la misma pasta por la que los negros se dejan la masa gris en las aceras. Las madres de los negros lloran lágrimas de madera, son lágrimas orgánicas, las recogen en tarros vacíos de sirope de arce y les ponen la fecha en números romanos. En las aceras de cables destartalados los negros sueñan con los leones marinos. Hay un negro en la Casa Blanca, pero es un negro de mentira y la casa es Blanca, blanca! joder!

Los putos negros son lo mejor.

En un coche de agua negra iré a Santiago. Santiago es un pozo de mierda, por supuesto. Las abuelas de los negros comían maíz en mazorcas embarradas y fertilizadas, los nietos de los negros comen palomitas de maíz y no van al cine ni una sola puta vez. Cada niño negro tiene un murciélago en una jaula y una bala de mentira como imán para la nevera. Algunos cantan en el coro para que cuando la palmen a los quince de todo mucha más pena.

miércoles, 17 de agosto de 2011

El joven Ratzinger


Llegan los tiempos en que para hacerse una paja habrá que pedir permiso a España. Afortunadamente he encontrado un diente de tiburón en el suelo del autobus. Doscientos subnormales mientras tanto cantan en la parte de delante villancicos de secano entre axilas de obreros aceitosos. Las vírgenes de la derecha, con gorras y escapularios, experimentan en esta mañana de agosto el primer sudor propio hediondo de su historia personal. El sol y el asfalto reseco igualan como una muerte.

Mañana llega el papa a Madrid.
"Por la tarde iré a nadar", como dijo el checoslovaco.

domingo, 3 de julio de 2011

La pistola y el corazón. George Yepes


Un saxofonista negro con una gabardina blanca arrugada surge de la niebla. Camina pisando adoquines esmaltados, la calle entera brilla deslumbrante como si la lluvia la hubiera barnizado a perpetuidad. Tiene el cuello de un rinoceronte, los ojos enfermos, amarillos, las manos con la concavidad del trasero de las mujeres del Storyville. Once meses de sequía asolan la ciudad, no hay pastillas que echarse a la boca, los porteros de los cines y los clubs llevan dormidos semanas en sus puestos, con la misma postura sobre sus codos. Las pastillas de Ginger "el francés" han perdido su sabor, nadie confía en nadie, no más pastillas de amapola afgana, no más pañales de hoja de tabaco para los hijos de los guardagujas. Hay una soprano ciega cantando arias sobre los railes del tranvía, nadie evitará el atropello, es parte del espectáculo. Coros de golondrinas revolotean bajo la axila de una monja, muerta sobre el pedestal de una fuente de bronce seca. Dos chamanes vudú han robado un televisor de la caseta de una autopista y están comiendo huevos de codorniz bajo el baldaquino del puente levadizo. Es hora de ir a la escuela nocturna. Es hora de labrarse un futuro, de colocarse anillos blancos en los dedos, de beber mercurio con hierbabuena para el mal aliento. El cielo ha caido sobre una charca de compresas usadas. Una corona de nenúfares secos y girasoles preside el funeral de una profesora de clavicémvalo. Una piara de cerdos ha conquistado el aparcamiento. Un grupo de gatos monteses atormenta al repartidor de periódicos.

Los lobos han vuelto a la ciudad para matar las reses que reservábamos para conservar la vida.

jueves, 30 de junio de 2011


Yo no tengo la culpa de que mis cuadros no se vendan. Pero llegará el día en que la gente reconozca que valen más que el dinero que costaron los colores para pintarlos.
VINCENT VAN GOGH

Muchos días fuera de Madrid. Participé de la fiesta del arenque en La Haya después de visitar el museo Mauritshuis. Soy un fetichista en lo que a pintura se refiere, paseo por los museos y converso con los óleos. Hago propuestas indecentes a las molineras holandesas, jugueteo con las cofias henchidas de nido de abeja, respondo a los brindis de los marineros más impertinentes, siento apetito con los bodegones de caballas y limones. La pintura holandesa siempre fue una pintura para el pecado. Los lienzos de Jan Steen, al que no conocía, son pura pintura picaresca. Allí los niños fuman a escondidas, los ancianos ofrecen monedas a las jóvenes buscando complacencias... todas las bebidas se derraman. Y todo ello al detalle. Con la misma atención que pudiera poner una tejedora en enhebrar la aguja, Steen juguetea con vicios y calamidades.

Rembrandt y Haals desfiguran el rostro, de alguna manera. A veces te preguntas hasta qué punto la modernidad en el arte no surge de la presbicia de los maestros barrocos. Algún oftalmólogo-forense debiera estudiarlo. La enfermedad acuna al arte y le enseña las primeras palabras, los primeros pasos.

Holanda es arenque y lira. El mar huele a ballenas muertas, a manteca de pez. Acudí acomplejado con un libro de Vincent bajo el brazo, él que creció en las playas de Scheveningen, donde yo tenía mi pensión. De nuevo un viaje con un libro de pintura de G. en la maleta, ese buen amigo, cabrón, que ya ni me lee.

He vuelto al barroco como se vuelve al primer amor. Ahora escucho a Vivaldi más que nunca, merced a mi amigo D. y en recuerdo de unos días de retiro en Salobreña y las Alpujarras. Van Gogh es un hijo del barroco. Cuando todos miran acomplejados el cénit de los impresionistas, él traduce la palabra de Dios y la convierte en color y en movimiento. Es su forma de arrinconar demonios, soledades. El alcohol tiene alma, como la tienen los esclavos. Una gota de cogñac se nos pierde en la garganta y va al cielo de los vagabundos para componer arcoiris. Van Gogh es hijo de Dios como la vagina es obra de Dios.

El agente naranja no sabemos de quién es obra, pero tenemos a Van Gogh que amaba el amarillo por encima de todas las cosas, y, bueno, ha estado pasando estos días con nosotros.

lunes, 30 de mayo de 2011


Aprendiendo a tejer telas de farola en farola, vamos quedando atrapados de pies y manos, todos juntos, en una masa orgullosa, por una especie de moco arácnido que viene del cielo en forma de maná. Queremos sentirnos tranquilos, creemos que aún tenemos tiempo porque todavía no ha aparecido quien nos devore, ni siquiera han insistido demasiado en sus letanías sobre la idoneidad del estado de derecho. Como Penélope, deshilamos por la noche en secreto confiando en que el tiempo jugará en nuestro favor. El destino es un demonio blanco que solloza bajo un melocotonero.

Los ojos de Telémaco llevan siglos llorando sobre nuestros tejados de topless y de geranios. ¡Recuperemos Ítaca, soldados! ¡Ningún guerrero luchando bajo mandato! ¡Ninguna mujer sola y sin abrigo, para siempre!

lunes, 9 de mayo de 2011

Sebastiao Salgado

Volviendo a casa una clínica dental ha sido atacada y han vertido pintura negra en los ventanales a lo action-painting. Quizá una ironía hacia los anuncios antiplaca, donde los dientes brillan como cristales de Swarovski.

Hay hojas en el suelo, hojas húmedas de palmera. No hay una sola palmera en toda la ciudad. Hay un ángel que va trayendo a los callejones follajes olvidados para abanicar la muerte. Un querubin arrancado de los brazos de sus padres nos inspira la extrañeza. La muerte es débil y asustadiza, se espanta deprisa con cuatro movimientos de muñeca. Los niños muertos del ayer se olvidan, se pierden en la jungla como el cadáver de un colibrí. Porque hay que seguir pensando en cómo resucitar el cadáver del niño de cada uno, y cada niño tiene un fantasma que ha sido su asesino definitivo. Cierran los ojos los niños como los búhos cansados, fatigados de vigilar la noche, han dejado la belleza de la caza a un lado, han dejado el equilibrio de la rama para que crezcan otros bulbos y otras alas.

La escalera que sube a la parte alta está como siempre, fría, muerta de miedo, meada, desprestigiada. La iglesia parece un templo fenicio, hay una oblea azul sobre la puerta que parece de mantequería.

Las gárgolas ya vuelan en bandada hacia el País de Nunca Jamás.