J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

lunes, 19 de septiembre de 2011

El ciervo rojo. Franz Marc

Ohio, 09/19/11

He ido a pasear por el bosque, por Big Walnut Park. He tenido que caminar hasta allí por la cuneta de Livingston Avenue durante unos minutos. En la cuneta millones de grillos al sol saltan a mi paso tropezando con el quitamiedos hasta retirarse definitivamente en el juncal después del segundo o el tercer intento. Antes de llegar a la entrada del parque, desde el puente de la avenida, se divisa el río con sus troncos caídos y sus meandros y su noble perfil de cementerio de osos. El río cruza el bosque. Me he adentrado en la espesura confiando en la guía del río. El río me devolverá a casa.

Camino en silencio y solo por el bosque, como un místico o un asesino. Después de unos minutos de silencio absoluto percibo un alboroto a veinte metros de distancia hacia adelante. Veo primero unas patas entre la maleza, quizá un perro pastor muy por delante de su dueño. Las patas se juntan en un vientre marrón y amarillento que no es de perro y no escucho pasos de hombre sino trasiego de bestia y saltos endiablados. Me detengo y veo tres ciervos jóvenes que tienen los ojos clavados en mí, en mis movimientos, en alguna señal que les aclare mi naturaleza agresiva o paciente.

Durante unos minutos tan solo nos miramos y luego al tratar de acercarme desaparecen para siempre como el sueño de un apache delirando.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Joker de Gay Street. Columbus (OH)

Ohio, 09/18/11

Los mercadillos me devuelven el abrigo, me devuelven la simpatía sospechosa de los desconocidos, me devuelven la afición por los vasos de plástico y el gusto por el country que parecía escondido en la garganta de algún campesino hospitalizado. Mercadillo de máscaras y pintura, mercadillo de axila peluda de mujer. El día a día te tiende como una braga a la intemperie, ya son muchas horas esperando el autobús. Los parabrisas de las caravanas se visten en la madrugada con un glaseado de hielo, con el velo de novia tibio de los inviernos. La pasada noche encendí la calefacción y me abracé al aparato como quien buscara un marsupio.

Mi casa se yergue contra el viento helado en el valle de las ardillas, hay cientos de ellas. Pregunto a mi amigo N, el africano:
- ¿En Ghana hay ardillas?
- Sí hay, pero el que puede se las come.

Las ardillas son lo mejor de este valle de obesos agonizantes, espero que nunca desaparezcan. El otro día perdí el autobús y esperé durante una hora al siguiente. Junto a otro blasfemamos un rato: For fuck's sake, man y todo eso. Juntos nos quedamos mirando una ardilla que trepó por un poste de electricidad hasta coronarlo. A diez metros del suelo la ardilla atravesó la carretera dando saltos por el cable mientras los coches pasaban por debajo hasta alcanzar los árboles del otro lado.

A veces un roedor te alegra el día.

miércoles, 7 de septiembre de 2011


Ohio, 09/07/11

Paso el domingo entre rascacielos y caminando por el centro de las avenidas, cuando cada automóvil es una molesta excepción. Hay triángulos de océano caliente coronando la ciudad, el cielo aquí parece no haber cometido pecados todavía. Hay una soledad como una fuente hirviendo en mis ojos, hay una tarde entera para esperar a mañana. Mi tarde caleidoscópica y fractal es un insulto a la vida en sociedad, paseo pisando las lineas continuas amarillas como quien lame una fila de azufre y tarareo Sam Hall entre dientes, me cago en vuestros ojos. Las truchas y los salmones empiezan a parlotear por todas partes. He convertido la ciudad en un río, con cuatro versos mal pronunciados, estoy cantando delante del City Hall, puedo jurarlo, y ahora regreso a mi cabaña en el bosque.

La tarde me ha dado fuerzas para asar un filete de panga en el microondas y devorarlo entre canciones de amor.

domingo, 4 de septiembre de 2011


Ohio, 09/04/11
Los putos negros son lo mejor, lo único digno.

La mierda les llega al cuello, pero lo llevan con dos huevos. He venido en un avión de blancos, con cara de muñeco de nieve estéril de Vermont, y espero el autobus de los negros mascando una goma sintética de arándanos. Tengo las uñas más limpias de la ciudad, pero la corbata me está obstruyendo los anillos de la tráquea, cojones! Hablan de rehabilitar las barriadas, los negros van a tragar cárcel hasta la náusea y les cobrarán el alquiler de la celda, a sus hermanas se las van a rifar en los burdeles con la misma pasta por la que los negros se dejan la masa gris en las aceras. Las madres de los negros lloran lágrimas de madera, son lágrimas orgánicas, las recogen en tarros vacíos de sirope de arce y les ponen la fecha en números romanos. En las aceras de cables destartalados los negros sueñan con los leones marinos. Hay un negro en la Casa Blanca, pero es un negro de mentira y la casa es Blanca, blanca! joder!

Los putos negros son lo mejor.

En un coche de agua negra iré a Santiago. Santiago es un pozo de mierda, por supuesto. Las abuelas de los negros comían maíz en mazorcas embarradas y fertilizadas, los nietos de los negros comen palomitas de maíz y no van al cine ni una sola puta vez. Cada niño negro tiene un murciélago en una jaula y una bala de mentira como imán para la nevera. Algunos cantan en el coro para que cuando la palmen a los quince de todo mucha más pena.