J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

sábado, 26 de marzo de 2011


EL BRILLO DE LO AUTÉNTICO (JOSEPH ROTH)

Hallándose Zadie Smith dando unas clases de literatura en la India, en la ciudad de Madrás, un alumno le preguntó por qué tenía tantas ganas de agradar. Creo que éste es el tipo de pregunta que puede obligar a casi todo el mundo a pensar, quizás porque antes de responder conviene revisar el estado de nuestras relaciones con el fracaso, al que tanto tememos. De hecho, queremos agradar porque no nos gusta fracasar y que el destino nos de la espalda. Hay dos formas distintas de derrota: ante los demás, ante nosotros mismos. Fracasar ante los demás, si uno tiene humor y ganas de vivir, carece de importancia porque depende exclusivamente del estúpido o desinformado juicio de los otros. Pero el otro tipo de fracaso es mucho más duro, sobre todo si incluye la traición a nuestra propia moral, a nosotros mismos.

Al comentar la pregunta de Madrás y reflexionar sobre el fracaso, escribe Zadie Smith: “Quienes como yo han crecido bajo el signo de la posmodernidad observamos con escepticismo el concepto de autenticidad. Se nos enseñó que ésta no tenía sentido. Ante esto, ¿cómo asumir el hecho de que para un escritor el fracaso más profundo, el más auténtico, es el de la traición a uno mismo?”

Esto sitúa al concepto de autenticidad en estado de relectura. ¿Pasó a ser lo autentico un concepto trasnochado y rústico cuando se impuso la tendencia moderna a tener muchas personalidades en una sola alma? Está claro que si uno, por ejemplo, es muchos poetas al mismo tiempo, difícilmente va a preocuparse de haber traicionado flagrantemente a una de sus personalidades. Quizás esto explique que hoy en día, cuando los escritores admiten fracasos, generalmente les guste reconocer sólo los pequeños. Es muy fácil aceptar que hay frases que chirrían, que dan pura vergüenza, pero más complicado resulta enfrentarse al hecho (escribe Smith) “de que hay libros completos que escribimos sonámbulos y para los que ‘inauténtico’ sería el calificativo más apropiado”.

La palabra ‘inauténtico’ nos trae a la memoria la hoy en día tan apagada y supongo que pasada de moda “filosofía del arte”, una manera de ver las cosas que percibe al acto creativo como una manifestación implícita de fidelidad del autor a su mundo propio y no a valores externos a ese mundo como podrían ser la tradición histórica o el valor comercial. De lo autentico y del gran fracaso que conlleva la traición a uno mismo que provoca la implacable venganza del destino habla El Leviatán, imprescindible libro de Joseph Roth que cuenta la historia de Piczenik, un comerciante de corales de la ciudad de Progrody que ama los corales auténticos, criaturas del pez original Leviatán, y sin embargo no sabe resistir el falso engaño de los falsos corales de celuloide. Sólo una nostalgia ocupa su corazón: nostalgia de la patria de los corales, del mar. Cuando aparece el diabólico Lakatos, un vendedor de corales falsos, Piczenik se aviene a comprar algunos, mezclándolos con los suyos; entonces el destino le vuelve la espalda. Todo el relato tiene la ejemplaridad de la parábola. Quien traiciona lo más auténtico de él mismo, está perdido.

La relectura de El Leviatán me confirma que es una obra maestra que cada día nos recuerda más a la situación actual de lo literario en un mundo en el que hasta la prensa cultural, de forma más que alarmante, está arrinconando las noticias sobre libros. Se dedican grandes reportajes a los avances digitales, al inquietante futuro de internet, al peligro de que se extingan los textos impresos, pero nadie parece hacer mucho para seguir hablando de libros con la normalidad de antes: o se habla de que éstos van a desaparecer, o ya directamente no se habla y se prefiere llenar páginas con un modisto nazi, por ejemplo. Creo que, de vez en cuando, convendría que alguien comentara con mayor amplitud lo que se edita entre nosotros, incluso que explicara algo que es completamente autentico, una noticia bomba que diría una gran verdad: jamás se ha editado como ahora, con tanta pasión y con un nivel –si nos acordamos de las editoriales independientes- altísimo, un verdadero punto elevado en la historia del libro en nuestro país. Y eso a pesar de que esa industria tiene que convivir con los advenedizos que, alejándola de la autenticidad, es decir traicionando a los corales verdaderos, la llevan hacia un clima de fin de trayecto. Ese clima conecta con la traición a sí mismo del comerciante Piczenik y desde hace tiempo va llevando a la vieja Poética hacia un paisaje de desastre que hace temer que al final, por la vía directa de tanta ruina moral, el destino acabe dándonos la espalda.

Todo esto me lleva a recordar cuando Alberto Manguel apadrinó la palabra “prístino” a la hora de seleccionar una del idioma castellano que precisara ser rescatada del olvido. Sus razones fueron: Se refiere a lo que perdura en el tiempo con vigor y tiene el brillo de lo auténtico. Atribuye un resplandor especial. En estos tiempos de simulacros y falsificaciones, es una palabra que no encuentra fácilmente dónde posarse. De manera que lo prístino se oculta detrás de sinónimos difusos: primitivo, antiguo, original. Más que un arcaísmo es una palabra que debe esperar para ser usada. Esperemos”

Viendo que entre nosotros se va poniendo de moda el engaño, el fraude artístico –el homenaje hispano tardío a Fake de Orson Welles, por ejemplo-, la poética ya trillada de lo heterónimo, el remake que traiciona el espíritu de lo imitado, lo cibernético como ilusoria acreditación de modernidad, todos los tópicos de una posmodernidad que llega a nosotros tan tarde (castizos comentaristas vernáculos registrando ahora la existencia de la ‘autoficción’ cuando ésta pasó a mejor vida hace más de dos décadas), uno termina por decidir que lo mejor será permanecer en lo auténtico que tiene todo camino propio. A fin de cuentas, seguir esa vieja senda permite alejarse de estilo ramplón, trillado, inane, de tantos escritores americanos que surgen de los departamentos de literatura creativa, llena de fórmulas y carente de una sola voz auténtica. Y, además, permite no tener que pensar más en recurrir a aquello de lo que hablaba Auden cuando decía que los artistas cambian de visión del mundo para renovar su poética. ¿Para qué renovarla si eso no garantiza ser moderno y si, además, ser moderno es una cuestión sólo de clasificación, enteramente ajeno a toda valoración artística?

En todos los tiempos históricos ha habido una modernidad, pero ésta, como tan razonablemente explica Félix de Azúa en su Diccionario de las Artes, no puede conocerse hasta el siguiente momento de la modernidad: “En el siglo XII, por ejemplo, la modernidad de la construcción gótica cortaba con la construcción románica, la cual se veía, de ese modo, lanzada al pasado. Pero que el gótico iba a ser la modernidad del siglo XII es algo que sólo se supo después” A fin de cuentas, nadie puede saber en qué consiste la modernidad del momento presente y de nada sirve que algunos se presenten con esa etiqueta. Es más, cuando haya desaparecido el momento presente, se habrá presentado una nueva modernidad. En medio de ese panorama, la autenticidad parece una carta menos necia si se quiere innovar en medio de la monotonía de lo falso y asegura, de paso, la no traición a nuestro camino de siempre y a nuestra poética inamovible y hasta nos aleja del fracaso más temido, el fracaso más autentico, aquel que amenazaría con destruir lo que debería ser indestructible: nuestro “prestigio propio”.

ENRIQUE VILA-MATAS

martes, 15 de marzo de 2011

XVI. LUIS BUÑUEL


Al igual que todos los miembros del grupo, yo me sentía atraído por una cierta idea de la revolución. Los surrealistas, que no se consideraban terroristas, activistas armados, luchaban contra una sociedad a la que detestaban utilizando como arma principal el escándalo. Contra las desigualdades sociales, la explotación del hombre por el hombre, la influencia embrutecedora de la religión, el militarismo burdo y materialista, vieron durante mucho tiempo en el escándalo el revelador potente, capaz de hacer aparecer los resortes secretos y odiosos del sistema que había que derribar. Algunos no tardaron en apartarse de esta línea de acción para pasar a la política propiamente dicha y, principalmente, al único movimiento que entonces nos parecía digno de ser llamado revolucionario: el movimiento comunista. (...) el verdadero objetivo del surrealismo no era el de crear un movimiento literario, plástico, ni siquiera filosófico nuevo, sino el de hacer estallar la sociedad, cambiar la vida.

A menudo me preguntan qué ha sido del surrealismo. No sé qué respuesta dar. A veces digo que el surrealismo triunfó en lo accesorio y fracasó en lo esencial. André Bretón, Éluard y Aragón figuran entre los mejores escritores franceses del siglo XX, y están en buen lugar en todas las bibliotecas. Max Ernst, Magritte y Dalí se encuentran entre los pintores más caros y reconocidos y están en buen lugar en todos los museos. Reconocimiento artístico y éxito cultural que eran precisamente las cosas que menos nos importaban a la mayoría. Al movimiento surrealista le tenía sin cuidado entrar gloriosamente en los anales de la literatura y la pintura. Lo que deseaba más que nada, deseo imperioso e irrealizable, era transformar el mundo y cambiar la vida. En este punto -el esencial- basta echar un vistazo alrededor para percatarnos de nuestro fracaso.

El surrealismo. 1929-1933.
Mi último suspiro. Luis Buñuel.
XV. BENJAMIN PÉRET


Mon avion en flammes mon château inondé de vin du Rhin
mon ghetto d'iris noirs mon oreille de cristal
mon rocher dévalant la falaise pour écraser le garde-champêtre
mon escargot d'opale mon moustique d'air
mon édredon de paradisiers ma chevelure d'écume noire
mon tombeau éclaté ma pluie de sauterelles rouges
mon île volante mon raisin de turquoise
ma collision d'autos folles et prudentes ma plate-bande sauvage
mon pistil de pissenlit projeté dans mon oeil
mon oignon de tulipe dans le cerveau
ma gazelle égarée dans un cinéma des boulevards
ma cassette de soleil mon fruit de volcan
mon rire d'étang caché où vont se noyer les prophèthes distraits
mon inondation de cassis mon papillon de morille
ma cascade bleue comme une lame de fond qui fait le printemps
mon revolver de corail dont la bouche m'attire comme l'oeil d'un puits scintillant
glacé comme le miroir où tu contemples la fuite des oiseaux mouches de ton regard
perdu dans une exposition de blanc encadrée de momies
je t'aime

Mi avión en llamas mi castillo inundado de vino del Rhin
mi ghetto de lirios negros mi oreja de cristal
mi roca rodando por el acantilado para aplastar al guarda rural
mi caracol de ópalo mi mosquito de aire
mi edredón de aves del paraíso mi cabellera de espuma negra
mi tumba agrietada mi lluvia de langostas rojas
mi isla voladora mi uva de turquesa
mi colisión de autos locos y prudentes mi arriate silvestre
mi pistilo de cardillo proyectado en mi ojo
mi bulbo de tulipán en el cerebro
mi gacela perdida en un cinema de los bulevares
mi cofrecillo de sol mi fruto de volcán
mi risa de estanque oculto donde se ahogan los profetas distraídos
mi inundación de casis mi mariposa de morilla
mi cascada azul como una ola de fondo que hace nacer la primavera
mi revólver de coral cuya boca me atrae como la boca de un pozo reverberante
helado como el espejo en que contemplas la huida de los colibríes de tu mirar
perdido en una exposición de lencería enmarcada de momias
te amo

Benjamin Péret


(Ni que decir tiene que este poema está dedicado a C. que estudia francés en voz alta con las piernas encogidas sobre el sofá. Esperemos que no le moleste que Péret se disfrazara para esta ocasión especial de torero)

viernes, 11 de marzo de 2011


One foot in the grave me lo envió por correo una mujer que vivía en Leicester, en una barca repleta de begonias que había amarrado en un lateral del canal aquel mismo año. Fue mi profesora de inglés ese verano. Junto a la copia del disco de Beck me mandó una postal con la Mona Lisa de Basquiat. Decía que de vuelta a su barca de Leicester la había encontrado con todas las flores muertas, porque la vecina que le iba a cuidar las plantas había tenido un accidente con el coche y estaba en el hospital. Luego no supe si se había puesto bien. Creo que cogió la barca y se la llevó a otra parte. Yo le envié alguno de mis discos por si le podían animar, discos de flamenco sobre todo. Unos meses después los encontré de vuelta en mi buzón, con aspecto de haber estado largo tiempo en el fondo de un cajón.

Hacía años que no escuchaba este disco que lo creía perdido. Las mejores canciones son Sleeping bag, Cyanide breath mint, See water, Asshole, Outcome y Girl dreams. En mitad de una canción se escucha al bajista toser, en otra se cansan de tocar a mitad y lo dejan, pero todas las canciones tienen un talento incuestionable y son inexplicablemente breves. Es justo el disco que necesitaba para esta mañana y además así he recordado a la persona que me lo descubrió, esa completa desconocida que cambió su barco de lugar.

Nota: El fotograma que ilustra es de la película L'atalante, de Jean Vigo, que precisamente he visto esta mañana. En ella, una mujer joven de pueblo se casa con el capitán de una barcaza que recorre el Sena y éste se la lleva a navegar por el mundo. El segundo de a bordo es un viejo marinero que duerme debajo de los dientes de sierra de un pez sierra y que tiene el camarote repleto de marionetas y recuerdos de los puertos del mundo.

A veces no sé si es el mundo o mi propia cabeza la que pone de acuerdo a las cosas para animarlas a aparecer al mismo tiempo.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Majestat Batlló. Siglo XII


Exposición de arte románico del MNAC en Madrid. Redescubro después de años la nostalgia de la carcoma. La carcoma deja los santos de madera repletos de agujeros de escopeta, de tragaluces y zorreras. Por ella los corazones inertes respiran, parece que completara la vida de la madera muerta, que la dotara de algo así como una resurrección. Los muebles de la infancia están poblados de carcoma y ahora nos parece que vivían más y mejor. Hemos desterrado a la carcoma y me pregunto dónde se esconde ahora que necesitamos que nuestros hogares respiren de alguna manera.

jueves, 3 de marzo de 2011

XIV. TOMMY HALL


13th Floor Elevators, grupo de rock psicodélico, contó entre sus filas con el primer gran maestro del jarrón eléctrico, Tommy Hall. Todos hemos aprendido en la infancia a hacer música con el cuello de las botellas, pero sólo Tommy Hall hizo de ello su leit motiv. En realidad el jarrón eléctrico no fue un instrumento de diseño específico, lo único que Tommy Hall tenía que hacer era sujetar un micrófono con la mano junto a la boca con la que soplaba en el interior de un jarrón.

Entre el 1 de enero de 1966 y el 31 de diciembre de 1970, los años de mayor éxito de la banda, se estima que Tommy Hall tomó ácido lisérgico en 317 ocasiones. Se vanagloriaba de no coger nunca el instrumento sin ponerse de ácido y lo cierto es que se le considera uno de los grandes usuarios de LSD de la historia de Norteamérica. Por lo demás Tommy Hall se encuentra en estos momentos finalizando un libro sobre un supuesto modelo divino en la conformación del Sistema Solar. Hay biografías que quizá nunca serán escritas y que, por lo menos, merecerían una reseña.