J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

domingo, 25 de diciembre de 2011


A mí no me atormenta la muerte, me atormenta la vejez. No hay niños en nuestras cenas de navidad. Cada año ponemos un cubierto menos y parece una última cena para alguien. Todavía preparamos los dulces en bandejas repletas como si fuéramos muchos, y se queda casi tal cuál al final de la cena para alimento de fantasmas de navidades pasadas. En la niñez los camellos venían a merendar, recuerdo haberlos visto beber de nuestras palanganas amarillas, las mismas que ahora están bajo la mesa por si durante la cena hiciera falta usarlas como orinal. Voy a dejar de celebrar la navidad porque las mismas anécdotas entrañables de siempre ahora me enfurecen, ahora me parecen chistes de gala de televisión. Sale Ana Belén a cantar y todavía mueve el trasero deliciosamente y me pregunto si también en su cena habrá orinales y perdición. Me pregunto qué habrá que hacer para envejecer bien. Supongo que saltarse muchas cenas de navidad, supongo que no hacer purés con los años de los demás, ni siquiera con los años de Ana Belén. Decía Jules Renard que el hombre libre sabe rechazar una invitación a cenar sin poner escusas. También sabrá rechazar la navidad y sus tormentos, su sonrisa de payaso amargo, de clown hambriento, la asquerosa familiaridad recobrada de los directores de ventas, el orgullo de las esposas antes traicionadas y la soledad de las amantes que piden horario de noche y tangas de satén blanco por navidad.

martes, 13 de diciembre de 2011

XVII. TOM WAITS

Supongo que Tom Waits en Flower's grave podría ser el limpiabotas confidente de Dios.

(Ayer soñé que un payaso vestido de marrón decía esta sentencia antes de morir)



Someday the silver moon and I will go to dreamland
I will close my eyes and wake up there in dreamland
And tell me who will put flowers on a flower's grave?
Who will say a prayer?

Will I meet a China rose there in dreamland?
Or does love lie bleeding in dreamland?
Are these days forever and always?

And if we are to die tonight
Is there a moonlight up ahead?
And if we are to die tonight
Another rose will bloom

For a faded rose
Will I be the one that you save?
I love when it showers
But no one puts flowers
On a flower's grave

As one rose blooms and another will die
It's always been that way
I remember the showers
But no one puts flowers
On a flower's grave

And if we are to die tonight
Is there a moonlight up ahead?
I remember the showers
But no one puts flowers
On a flower's grave

lunes, 5 de diciembre de 2011


La conversación de unos días atrás terminó dando un giro inesperado en torno al "gato de Schrödinger", paradoja cuántica sobre la que no tenía noticia.

Después, ya en casa, profundicé en la paradoja y encontré este texto que la aclaraba:

Cuando se habla de el "gato de Schrödinger" se está haciendo referencia a una paradoja que surge de un célebre experimento imaginario propuesto por Erwin Schrödinger en el año 1937 para ilustrar las diferencias entre interacción y medida en el campo de la mecánica cuántica.

El experimento mental consiste en imaginar a un gato metido dentro de una caja que también contiene un curioso y peligroso dispositivo. Este dispositivo está formado por una ampolla de vidrio que contiene un veneno muy volátil y por un martillo sujeto sobre la ampolla de forma que si cae sobre ella la rompe y se escapa el veneno con lo que el gato moriría. El martillo está conectado a un mecanismo detector de partículas alfa; si llega una partícula alfa el martillo cae rompiendo la ampolla con lo que el gato muere, por el contrario, si no llega no ocurre nada y el gato continua vivo.

Cuando todo el dispositivo está preparado, se realiza el experimento. Al lado del detector se sitúa un átomo radiactivo con unas determinadas características: tiene un 50% de probabilidades de emitir una partícula alfa en una hora. Evidentemente, al cabo de una hora habrá ocurrido uno de los dos sucesos posibles: el átomo ha emitido una partícula alfa o no la ha emitido (la probabilidad de que ocurra una cosa o la otra es la misma). Como resultado de la interacción, en el interior de la caja, el gato está vivo o está muerto. Pero no podemos saberlo si no la abrimos para comprobarlo.

Si lo que ocurre en el interior de la caja lo intentamos describir aplicando las leyes de la mecánica cuántica, llegamos a una conclusión muy extraña. El gato vendrá descrito por una función de onda extremadamente compleja resultado de la superposición de dos estados combinados al cincuenta por ciento: "gato vivo" y "gato muerto". Es decir, aplicando el formalismo cuántico, el gato estaría a la vez vivo y muerto; se trataría de dos estados indistinguibles.

La única forma de averiguar qué ha ocurrido con el gato es realizar una medida: abrir la caja y mirar dentro. En unos casos nos encontraremos al gato vivo y en otros muerto. Pero, ¿qué ha ocurrido? Al realizar la medida, el observador interactúa con el sistema y lo altera, rompe la superposición de estados y el sistema se decanta por uno de sus dos estados posibles.

El sentido común nos indica que el gato no puede estar vivo y muerto a la vez. Pero la mecánica cuántica dice que mientras nadie mire en el interior de la caja el gato se encuentra en una superposición de los dos estados: vivo y muerto.

Esta superposición de estados es una consecuencia de la naturaleza ondulatoria de la materia y su aplicación a la descripción mecanocuántica de los sistemas físicos, lo que permite explicar el comportamiento de las partículas elementales y de los átomos. La aplicación a sistemas macroscópicos como el gato (...) nos llevaría a la paradoja que nos propone Schrödinger.

Conforme leo la paradoja cuántica del gato no dejo de preguntarme si no será que ando yo encerrado en una caja, si no estaré siendo la víctima de terribles fuerzas mecanocuánticas impredecibles, si no estaré vivo-muerto, cambiando de parecer en cada parpadeo. En mi investigación banal me topo con una respuesta en la "decoherencia cuántica", término con el que se designa al fenómeno mediante el cual las partículas cuánticas forman cuerpos más grandes que, sin embargo, se comportan de manera clásica.

Cuando llega la noche, grande, clásico y en mi aburrimiento, me dedico a mirar los comienzos de los libros de la estantería, exclusivamente los comienzos, como abriendo los lomos para ver si la letra está viva o muerta, para recibir mi ración de veneno en todo caso.

De entre todos los comienzos, majestuosos algunos, ninguno me ha animado más a dormir que el de James Ellroy:

Siempre se pinchaba a la luz del televisor.