J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

domingo, 25 de julio de 2010


Voy a contarte ahora lo que va a ocurrir:
han tapizado las avenidas con cepos y con monte bajo
y siempre que ves la ciudad en flor tú quieres descalzarte
porque crees en los regalos del viento,
pero yo se que el viento no ancla las ramas a la piedra,
yo se que estas son huellas de tierra removida
con círculos y engaños,
los que llamaremos más adelante "los exterminadores"
quieren entrar en nuestras vidas.

Vamos a consentir que nuestra sangre gotee sobre el asfalto, sí,
como quien permite a los niños salir a jugar al patio
en mitad de una guerra.
Vamos a pintar de rosa todos los pasos de cebra
y luego quedaran los coágulos cuando el tiempo melle la aventura,
y al menos dirán a sus nietos:
definitivamente eran gente de mal gusto.

sábado, 24 de julio de 2010

VIII. GIL SCOTT-HERON

viernes, 23 de julio de 2010


Una experta grafóloga le ha dicho a C. que, de momento, no hay peligro.

C. acude al banco hace una semana para retirar un aval y en la ventanilla le atiende una señora que interpreta su firma deliberadamente. Ante el acierto de las aproximaciones de la grafóloga y el asombro de C. la cosa discurre en una conversación apasionante sobre los conceptos más básicos de este arte de la interpretación subconsciente hasta que finalmente mi firma sale a relucir en la primera página de un libro de reanimación neonatal que C. lleva en el bolso (soy reanimador neonatal profesional, creo que nunca siquiera lo había mencionado).

La grafóloga experta, de repente, siente pavor. Detecta en mi firma rasgos de traumas interpersonales no superados, irascibilidad, tendencia a la marginalidad social autocontemplativa y, sintiéndose insegura de ir más allá, pide permiso a C. para mostrar una fotocopia de mi firma a su gurú, a la cual quiero imaginar sentada en un trono de marfil de algún templo grafológico junto a la M-30.

Ese mismo día me llama C. algo intranquila y me comunica la reunión del gabinete de expertos que van a estudiar mi caso. Tardan aproximadamente una semana en diseccionar mi garabato. Finalmente nos confirman que el ángulo de inclinación de mi firma, principal motivo de intranquilidad de la experta, ha sido sometido a un análisis minucioso en el que tan sólo se determina una cuantía de 35º, medido con transportador de ángulos. La cosa no parece tan preocupante; tras la consulta con la gurú el límite para la completa inanición del alma, la exclusión social y casi la psicopatía se encuentra en 45º de inclinación.

Estoy a 10º del aislamiento y la decrepitud social. Ahora ya en los bancos hasta te leen el alma, no vaya a ser que luego no quieras contribuir a levantar ésto entre todos.

Yo poco a poco voy a ir elevando el ángulo de mi firma, que como los espirituosos, cuanto más alto más arde la garganta.

jueves, 22 de julio de 2010

Vuelvo de Noruega con el paladar herido. Me abrasó una ascua de pescado. Ahora hay un trozo de mi piel nadando en el "fiordo de los sueños" donde las algas crecen en remolino junto a los neumáticos de los muelles que amortiguan el costado de los ferries. También entre los coches hay mártires. Algunos están desmembrados y otros llevan familias alemanas unidas a la otra orilla.

Las algas que yo más he visto tienen las ramas gelatinosas cubiertas de bulbos amarillos, que parece que vayan a dar frutos ancladas en los salitres. Ahí en el muelle sentado de Balestrand imaginé a las radios del mundo amanecer con la noticia de que los pescadores noruegos habían hallado "melones y nectarinas de fiordo", frutas de verano para que el cielo gris descanse. No todas las aguas que nutren caen del cielo, y a veces pareciera que este tomara su color del culo azulado de los fiordos o los océanos y no al revés. O sea al revés.

El cielo está ya no sobrevalorado, sino sobrealimentado. Joder, es que el cielo es un panel de zinc sudado porque se ha tumbado alguna negra con las nalgas carnosas y el sol le ha achicharrado los poros. El cielo importa menos cada día, es solo el punto número 3 del esquema del ciclo del agua que nos escribían en las pizarras. Pero es que aquí luce tanto que hemos aprendido a amarlo.

Tengo una vida en constante desequilibrio entre la magnificencia del cielo, donde nunca he estado, y la memoria terruña del topo con la que en realidad ni oigo ni veo. Pero resulta que me voy de viaje y los planos se me vuelven especulares.

Otro día ya si eso sigo escribiendo. Me voy a buscar oro en las columnas de humo de los incendios forestales.

domingo, 11 de julio de 2010

VII. HERBIE HANCOCK



(...) lo que significaron esas actuaciones con Miles (Davis). Seguramente eso que yo tocaba tenía que ver con lo que Miles buscaba: ideas. No importa si eran dos notas, tres o cuatro. El quería ideas, y eso suponía una pluralidad de acciones. Era tan genial que me acuerdo que una vez estábamos tocando y yo hice un acorde que sonó muy feo. Miles estaba con su solo y de pronto se puso a tocar sobre las notas de mi acorde y transformó algo chocante en algo hermoso. Podría hacerlo con dos o tres notas. Todas las personas que tocamos con Miles estamos marcadas por él definitivamente.

Entrevista a Herbie Hancock

sábado, 10 de julio de 2010


Hoy Madrid está seco como un campo de lentejas. Madrid en estos días te recuerda lo que es tener sed. La sed es una cosa que es de la niñez, es una cosa que, sin duda, sucede en el pasado.

Borges habla de la lluvia y yo desearía hablar de ella, pero es que en este verano la lluvia parece una bombilla a punto de gastarse, una bombilla de bajo consumo, de esas de iluminar el armario por dentro. Ahora me doy cuenta, casualmente, de que llevo unos días pensando en las cosas que gotean, no solamente en la lluvia que no llega. Estos días me he detenido por lo menos en tres o cuatro ocasiones a pensar en cosas que goteaban o habían goteado, qué curioso. De entre las que recuerdo, hace cuatro días me llamó mucho la atención, conduciendo por Bravo Murillo, que la luna trasera del coche de delante empezase a echar agua para limpiar el lodo que tenía sobre sí, y me gustó ver que el agua marrón goteante terminaba por ensuciar las letras de la matrícula, camuflando el coche frente a los rádares deseosos de pasta.

También hace dos días caminando por una calle de chalés residenciales me fijé, con más detenimiento de lo normal, en los caños, ni siquiera sé cómo se llaman, que están debajo de los balcones, esos que sirven para que no se acumule el agua cuando llueve. Pues el caso es que dibujan unas curiosas manchas de cal que recuerdan que en algun momento allí ha llovido a mares y que han sido necesarios. Lo que más me llamó la atención es que en todas las casas queda la mancha, nadie se detiene a limpiarla, ni siquiera aquellos que por las características de su jardín piensas que deben limpiar la casa cada día.

Estos días todo son casualidades relacionadas con el agua, las gotas y los escritores argentinos. He desmantelado mi cuarto y me voy a vivir, por fin, a un barrio donde se puede comprar leche a cualquier hora sin tener que caminar veinte minutos añorando la lluvia de la infancia. Han venido dos señores para llevarme los muebles y algunas cajas y ahí está la última de las casualidades de las que vengo hablando.

He sido un poco negligente con las cajas de los libros de tal forma que cuando los dos señores, Mario y el otro, han cogido las cajas dentro del ascensor ya para salir al portal, como no había puesto cinta aislante en el culo de la caja, se han desparramado los libros por todo el portal en una catársis vecinal de literatura. Ha faltado muy poco para que dos de mis libros se colaran por el hueco del ascensor: El libro de los seres imaginarios de Borges y un libro que me regalaron del Aplastamiento de las gotas de Cortázar, con ilustraciones y demás, en edición cuidada.

Me he asustado bastante. Esos dos libros cayendo al vacio por el hueco del ascensor, toda una condena al ostracismo. Cuando llegué a Madrid hace dos años leía mucho ese libro de Borges en el metro, me hizo compañía las primeras semanas, esas en las que duermes y trabajas todo al mismo tiempo y no paras de cargar cajas. Ahora que estoy otra vez con las cajas, llega Borges y me la quiere liar.

No sé, a lo mejor es que echa de menos la lluvia, el pasado o las gotas, y se me está insinuando. Seguro que viene ahora porque quiere compañía.

domingo, 4 de julio de 2010


Un par de días de convalecencia me sirven para descubrir reductos pendientes o sencillamente desconocidos. Paso la mañana del sábado escuchando las sinfonías 40 y 41 de Mozart mientras reviso en Youtube los mejores goles de Maradona, Van Basten y muchos otros grandes jugadores de los ochenta, esos a los que yo trataba de emular en el recreo. Parece que al futbol que yo veía cuando todavía las derrotas me hacían llorar le hayan aplicado algun filtro de imagen antiquísima.

Veo algunos buenos momentos que recuerdo de los primeros años noventa, el Real Madrid de Tendillo y Martín Vázquez, el de años más tarde con Michael Laudrup y Fernando Redondo (supongo que el único equipo que haya llegado a considerar como algo personal en toda mi vida), esos goles increíbles de Bebeto con el Deportivo de la Coruña, el Barcelona de Stoichkov y Romario, esa fabulosa Recopa de Europa del Zaragoza.

Me doy cuenta de que en algún momento me alejé del fútbol sin ninguna razón de peso, solo que los jugadores que a mí me habían cautivado se marchaban llorando en su última entrevista y con ello mi entusiasmo. Pero de repente en este Mundial me sorprendo gritando como un loco con los goles de la selección y supongo que es por algo. Quizá hasta ahora había estado conteniendo estos gritos y ahora me emociono porque me sale de los cojones y porque veo en los regates un arte total que me vuelve a conmover.

Me entusisma la frase de mi amigo G:

Es absolutamente indignante que tal y como estamos no echen fútbol por la televisión todos los jodidos días del año.

jueves, 1 de julio de 2010


Naturaleza muerta con dos aguacates, falso-tridente doméstico y biblia de cuero negro.

He trabajado 24 horas seguidas y al llegar a casa encuentro sobre la mesa de la cocina varios elementos ajenos a mi propiedad con los que compongo una naturaleza muerta. Después duermo durante varias horas.