J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

domingo, 28 de noviembre de 2010


JAMES ENSOR

Ensor dibuja los soles de Ostende vomitando y a los payasos del mundo orinando de cara a la pared porque la luz tiene un reverso de angustia y una promesa de desaparición que falsea y agota todas las fiestas. Ensor levanta la copa de tinta o de sanguina brindando por el fin de los maleficios y luego la derrama sobre los ojos de los comediantes, el hijo de puta, y al volver en sí ya se quitan las máscaras blancas de demonio negro y se van al Congo a matar niños escuálidos para tener con que reir el resto de sus días. Hay un Cristo que es el de Ensor que es el Cristo entre los demonios, o sea, un Dios que a la vez es tentado y acosado por el mal. Y luego está el hombre, el vecino, la prostituta, el alcalde, que engendran hijos a los que hacen crecer bajo máscaras de fealdad, de infamia, esas que se adhieren a la cara de los recién nacidos y que no se destiñen con el agua de los bautizados. Esas que como en ese cuento chino ancestral terminan dotando al rostro verdadero con la forma de la máscara que sostienen, y ahí es donde Ensor dibuja la duda en cada hombre, en cada mujer: ¿qué máscara, qué rostro me identifica si los astros me observan nauseosos, pero siguen dando vueltas y siempre, siempre retornan?

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