Se van las vacaciones como se va una borrachera de vino caro, dejando una resaca pestilente y atormentada. Juraría que he evacuado sangre en algun momento y que estoy en medio de un mareo infinitesimal. Este próximo año pinta prometedor: unas cuantas noches no consecutivas de muertes y muertes entrelazadas de hospital, seres inocentes que no tienen fuerzas para llorar ni quejarse porque se concentran en vivir a través de un tubo de oxígeno. Quiero pensar que todos mis próximos muertos han buceado este verano en arrecifes que justifican una vida.
Hay arrecifes que justifican una vida, tiene que haberlos, porque los niños que van a morir en mis noches de no dormir, en vela junto a sus camas, tienen que soñar que bucean y juguetean con las anémonas peinándoles los cabellos gelatinosos y rosas, sabiéndose los reyes del mar. Yo voy a trabajar sus cuerpos desanjelados con calma, quizá hasta rece a los océanos para que les tenga en su gloria mientras les infundo vida en forma de droga. Me gustaría que soñaran que bucean de nuevo mientras les ajusto el tubo endotraqueal, me gustaría pensar que estamos solamente hablando de zambullirse en el mar.
No creo que una vida como esta pueda elegirse, creo que te tropiezas con ella como por accidente.
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