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Alberto García-Alix |
Noche del sábado al domingo.
El centro de Madrid es un enorme navío conducido por cientos de chimpancés crecidos en cautividad que pretendiendo cabalgar sobre las olas no hacen sino enfrentarlas por los extremos más debilitados. Parece que hay más miedo en avistar tierra firme que en seguir destrozando el barco noche tras noche hasta que no quede nada. Tenemos los cadáveres de nuestros padres muertos sobre la cubierta, y parece que ésto dota a nuestra aventura de mayor enjundia, pero todo el mundo sabe que el peso de los muertos desequilibra a los barcos, mientras que el de los vivos mantiene en vilo la agonía.
Ahora empiezo a odiar las noches en cubierta por la misma razón que antes odiaba las noches en el camarote. Es mejor, ya que no tienes ni idea de cómo navegar a oscuras, dormir con la lámpara encendida y corregir el rumbo de día, que tratar de unir constelaciones-guía en un cielo iluminado por la luz de las ciudades, equívoco, claro y malintencionado.
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