J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

viernes, 8 de octubre de 2010

Irrealidades 1


Entro en un bar oscuro que tiene las paredes descascarilladas. En la puerta el dibujo de un niño crucificado con una corona de espinas. Solo hay dos focos reflectantes de luz blanca en dos esquinas. Miro al camarero que de pié en la barra está ofreciendo comida a un grupo de murciélagos albinos enjaulados. Hay ocho personas sentadas por separado en el suelo, en colchones blancos que brillan con las luces reflectantes. Huele a marihuana y el humo blanco parece sentir apetito por un espejo de marco de mármol con columnas que preside la pared vacía del fondo. Suena Into the Groove(y) de Ciccone Youth. El camarero deja a un lado el cuenco con los trozos pequeños de lagarto para los murciélagos y me da la bienvenida afablemente. Sé que los trozos son de lagarto porque algunas escamas verdes y amarillas todavía brillan como ojos de serpiente entre la maleza. Me pone una jarra de cerveza negra, que sabe un poco a brandy al primer sorbo, y una manzana al horno en un plato de té. He traido mi paraguas plegable. Encajo la curva del mango en la barra y me anudo la funda que lo recubre al cinturón. Así puedo beber lo que quiera sin caerme.

Un muchacho de los que están sentados en los colchones se acerca y apaga un cigarrillo sobre la manzana que aun no he tocado. Lleva los labios pintados de azul metálico y una camisa negra de cuero desabrochada. Le cuelga del cuello un cordel con un nudo que sujeta un abrebotellas. Decido dar una segunda oportunidad a su insolencia y le pregunto qué cojones quiere.

- ¿Puedo comerme tu manzana?
- Sí, siempre y cuando consigas que el camarero me sirva otra.

Ya en el callejón le rompo una botella de cerveza en la cabeza. Cuando queda inconsciente en el suelo le corto el cordel con mi navaja y me guardo el abrebotellas en el bolsillo. Vuelvo a casa con el paraguas colgado del cinturón y pisando charcos.

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