J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

miércoles, 9 de junio de 2010


MIQUEL BARCELÓ

Barceló ya percibe en sus primeros años de Mallorca que va a pintar como caga el albatros, cubriendo los acantilados del lienzo de biología corrosiva. Al principio retrata su estudio, su biblioteca que se abre al mar a través de una ventana por donde caben las barcas y los pianos. No es todavía la pintura telúrica y amorfa que habrá de ser, pero pasa de la academia y se escapa a coger cangrejos, eso se ve desde el principio.

Luego en París "vuelve al Louvre como el animal al abrevadero", eso lo dice en sus diarios y pinta como si la tierra se hubiera tragado el museo, porque ya en él se ve efectivamente que la naturaleza va a tragarse la pintura, pintura que trata de disciplinar a la arcilla convirtiéndola en ánforas, que no la deja hablar tapando sus ecos con agua estancada de bidé.

Barceló está con la "Danza de la muerte" de Lorca:
El mascarón. Mirad el mascarón
como viene del África a New York. (...)

En la marchita soledad sin onda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.

El lado del sol dormido de la ciudad-pintura civilizada está despertando a la embriaguez de la arena. La selva todavía tendrá que invadir las bibliotecas y chuparle el agua a las tuberías.

Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos.
Que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas.
Que ya la Bolsa será una pirámide de musgo.
Que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!

Ya que no ha llegado el "muy pronto, muy pronto, muy pronto" lorquiano todavía, Barceló mira a África, al desierto que se mueve como los ríos, pero que cubre la pintura, que la entierra, en lugar de lavarla. El pintor encuentra un buen día un autorretrato olvidado en un rincón de su cabaña de Mali que, después de guardarlo durante veinte años, ha sido invadido por los hongos y por un nido de abejorros. Y parece que toda esta profecía se va cumpliendo en su mismo rostro, que la mano deforme de la naturaleza a través del pincel cubre ya catedrales y salas de oficinas, que naturaleza y pintura ya son una sola cosa y el artista solo un medio por donde trepar la yedra. Solo queda la destrucción y el olor a mango de la lava.

Cuando las termitas hayan devorado los museos. Cuando mis obras se hayan reducido a polvo. Si debe sobrevivir algún fragmento, ser hallado de nuevo, pido al cielo que sea una papaya abierta o la redondez de un vientre, y sobre todo que conserven algo del color (después de tanto tiempo) del fuego que me abrasa.

El insomnio, el viento que me arranca mis cuadros, el color y las horas de aburrimiento mortal. Y de pronto como un relámpago, una imagen, un olor, un algo que traspasa por un momento mi cuerpo, y una felicidad absoluta nunca conocida en otra parte.

Esto es el Mal de África.

DIARIO. Miquel Barceló.
4 de noviembre de 1994.

1 comentario:

  1. el cuadro de su estudio abierto al mar es el que sale en bolas con un pollón como un brazo, no? lo vi en caixa madrid y es la ostia, y aunque barceló cayera en desgracia tras la cúpula de la ONU yo creo que su última intención la entendió muy bien M. Brieva, y es que dentro de unos años las estalactitas caigan sobre los mandatarios en una orgía de gritos y temperas

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