Me gustaría aprender a pintar en los vagones y en los túneles. A maniatar a quien lo impida.
Los chicos del barrio están jodidos porque saben que su lienzo está en el óxido y en el ladrillo invisible, y aunque aman el óxido y la oscuridad por encima incluso de sus madres, hay que joderse, que no tienen otra cosa. No quieren saber nada del tétanos ni de otros miedos superficiales. Saben que la muerte está mirando desde la pared blanca de una tienda de regalos. Alguien debería iluminar las estaciones con hogueras por la noche y dejarles hacer en lugar de soltar a los perros de ojos amarillos. Yo bajo de la sierra y miro los vagones repletos de cabezas naranjas de sapo, de violines de espinas de pescado, de las cabezas de apache emplumadas y de esas sirenas de cola púrpura con los dedos amputados y vendados que cubren el aburrimiento de los raíles.
Estoy hasta los huevos de los museos. Hay un vagón en Fuencarral metido dentro de una cochera sólo hasta la mitad. Imagino a una cuadrilla empujándolo a brazo partido, para después olvidarse y dejar que la lluvia tuviera su trozo. Tenemos la vida agazapada en las cavernas de la ciudad y creo que hasta le da pena que hayamos renunciado a nuestros enemigos.
Luis...sólo espero que este blog dure más que unas croquetas de jamón en mi plato...porque si lo haces te haré triunfar en el mundo de las letras. Si, un servidor que te guarda los poemas como una buena mujer.
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