J.D.Salinger

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Helmut Newton

Helmut Newton

miércoles, 20 de octubre de 2010


Hay canciones que te visitan en tardes como estas y te devuelven al desgarro de los años pasados, los años de la tristeza absoluta, los años de la depresión más íntima. Esos años donde cualquier escusa era buena para huir de las calles y las avenidas que te habían visto crecer, torcido, con los brotes arrancados, como un árbol escuálido. La ciudad que me atormentaba quizá ya no es la misma ciudad porque las almas de los amigos muertos ya no la sobrevuelan, porque el frío de la necesidad de otros lechos, el aburrimiento de la misma cama todo el tiempo ya no me coge desprevenido sin una cerveza en la mano y un pitillo con el que mirar para otro lado con contundencia. Ahora veo todo eso y lo canto con voz ronca y dodecafónica: que la vida está para follársela manchando las sábanas con lo que venga, y yo no lo sabía. Pienso en esos años de sacrilegio y me recuerdo triste casi todo el tiempo, creo que no es una exageración. He pasado triste la mayor parte de los años de mi juventud y decir que no me arrepiento quizá sería mentir.

Echo en falta, en verdad, la libertad de la huida, la nutrición que nos dió la carretera, la fuga disociativa del soldado que ha visto morir a sus amigos y a la que creía su patria, que al final resultó ser peor que una madrastra pedófila. Echo en falta los autobuses de noche, por carreteras secundarias, la fantasía de tener a los lobos al otro lado del cristal, acechando muy de cerca. El brillo de otras ciudades en el fondo del horizonte, la promesa de que había otra vida que me estaba esperando, la duda de si esa vida se cansaría de esperarme.

Avanzan los años y las canciones te devuelven al agujero del que has salido, sin ninguna compasión, así de bruces, como debe ser. Hay cosas que se han resuelto, pero hay cuentas pendientes todavía. Hoy hay grandes amigos esperando al otro lado del teléfono, quizá nuestros teléfonos hablan entre ellos cuando parece que están en silencio encima de la mesa (Pamuk dixit); hay grandes historias que nos han pasado y que casi nadie sospecharía, hay leyendas escritas sobre el asfalto y las aceras y firmadas con la orina de nuestra tristeza.

Tenemos todo para coger el pasado entre las manos y poder decir, con el poeta: fue una época.

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