![]() |
Chema Madoz |
Ohio, 10/22/11
A veces el mundo te hace llorar, C, y yo que en nuestro cuarto no soy sino cómplice del mundo lo odio a él y a mí mismo, hasta que el aliento me huele a carne cruda de masticar arrebatos. El mundo trae sus ausencias a pasear bajo la lluvia de la tarde, el mundo sabe cómo hacer envejecer a los amantes, sabe exactamente qué mostrarles, y a los que no amaron nunca los perdona con una benevolencia sin reproches insultante.
La tarde es barata para quien no la contempla y a quien extraña otras tardes de la infancia se le arranca un tributo de piel y un pétalo aún húmedo de cercanía. A cada tarde crecen menos y peores capas, a cada tarde la sierpe se marchita un rato antes, a cada tarde se adhiere más firmemente la mortaja.
La lluvia de la tarde es amazónica, imperturbable. Hemos salido a la tapia a insultar a las goteras del mundo y el tiempo oxidó todas las cacerolas que ahora resuenan como tambores de cuero mojados e inservibles. La novela de la infancia la dictó un viejo innoble, caduco, como las hojas de los otoños que se pudren en el suelo, a cada año, quizá, más facilmente.
¿Cómo poder dormir, mientras que tú tiritas
en el rincón más triste de mi cuarto?
en el rincón más triste de mi cuarto?
Gil de Biedma